Pongo el foco de atención en una nueva generación de drogas diseñadas para el acompañamiento de la expansión neoliberal, alienantes y con enorme poder de seducción. Poderosas, ubicuas, omnipresentes, autoreproducibles y expansivas. Su efecto es saciante, instantáneo y efímero. A pesar de que la ortodoxia no las ha catalogado aún como drogas-por no ser extraídas ni de minerales, ni de vegetales, ni de animales,- comprar sin parar y tragar hasta reventar, son algunas de las nuevas drogas del siglo XXI y su consumo continuado produce adicción.
Cada día nuevas presas esperan al otro lado del escaparate. Jóvenes traficantes reclutadas a golpe de contrato laboral precario, mal remunerado y con un elevado riesgo para su salud, son la cara amable del negocio. La ropa barata, low cost, o como quiera que la nueva generación la denomine, ha democratizado la moda-antes o te comprabas ropa en «boutiques» o en la mercería de la esquina-pero como con casi todo, el capitalismo se ha encargado de exprimir y de retorcer el invento hasta pervertirlo.
Consumir sin parar es ahora el objetivo, y la diana, la masa. Las colecciones se suceden sin esperar el cambio natural de las estaciones, cada quince días nuevas prendas ocupan nuestro campo de visión, estratégicamente colgadas se convierten en objetos de deseo, así se va instaurando en el ideario colectivo el concepto perverso del «usar y tirar», burlando el esfuerzo intrínseco de cada prenda y complemento. Consumimos tan rápido que dejamos de percibir el trabajo empleado en la elaboración de los artículos que pasan a ser considerados objetos inmateriales creados únicamente para nuestro deleite. Desposeidos de cualquier connotación político-social, la mente se inclina al irrefrenable deseo de anhelar, de tener, de atesorar, de estrenar. Las campañas diseñadas por videntes publicistas se convierten en rituales, espirales sin principio ni fin capaces de uniformar, crear legiones y desatar pasiones.
Como ocurre con otras drogas, las compras irrefrenables gustan de acompañarse de comida basura: azucares refinados, grasas saturadas, hormonas sintéticas y un sinfin de aditivos alimentarios, algunos de los alimentos de hoy serán consideradas sustancias adictivas mañana sin ir más lejos. Resulta curioso como la producción de alimentos con mayor impacto en el entorno, que requieren del consumo de más masa forestal o de mayor cantidad de agua o con peores condiciones de los sacrificados, son los más baratos y casi sin darnos cuenta resulta que la nutrición se ha transformado en un privilegio y ha pasado de ser un derecho a convertirse en un negocio boyante.
Todas en mayor o menor medida somos en algún momento consumidoras, y compramos y tragamos y nuestra mente deja de discernir para abandonarse a sus caprichos, arrastrando con ella al cuerpo y cambiando sentimientos por deseos.
Si estás o crees estar en riesgo, como primera medida de acción directa, huye de los centros comerciales.